Imaginar y soñar… mirar por el visor… enfocar, encuadrar… click… disparar…!!! sí, disparar y asesinar…

Pues sí!, me he convertido en un asesino, mejor dicho estoy aprendiendo a ser un asesino; pero no un asesino de muerte, sino por el contrario, uno de vida. Disparar no con balas de plomo, disparar con ilusión y esperanza de querer captar algo que yo y solo yo vi; disparar con luz o mejor dicho, disparar para captar la luz de lo que soñé, de lo que imaginé y de lo que creí ver.

Disparar y asesinar esa imagen pasajera, ese “momento preciso”, ese instante mágico que nunca volverá, asesinar para congelarlo en el tiempo.

Nunca pensé que asesinar sería tan divertido, jamás me imaginé que se volvería mi pasión. Todo comenzó como diversión, como un cambio de actividad, como buscar algo para llenar un espacio. Pero la vida es así, de pronto descubrí un mundo inimaginable, donde la creatividad afloró, la imaginación se desbordó y el único freno es el tiempo.

Hace muchas décadas vi por primera vez la luz y desde entonces nunca se ha separado de mi. Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca me recibió y mientras viví y disfruté de sus entornos, en lo más profundo de mi, fue creciendo la necesidad de poder compartir lo que yo veía, lo que yo sentía; hasta que al fin encontré como hacerlo: fotografiar esos instantes, esos momentos, esas fracciones de tiempo.